EL CAMINO DE LA CRUZ EN EL EVANGELIO DE MARCOS

 JOSÉ LUIS AVENDAÑO, Chile
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INTRODUCCIÓN

La atención y ponderación del que ha sido objeto el segundo evangelio en el desarrollo de la historia de la Iglesia, bien podría haber sido otrora formulado, de igual modo como se acostumbra a enunciar el significado teológico de mismo; a saber: “como el libro de las epifanías ocultas”[1]. En efecto, el caso es que desde los días de Agustín en adelante se asentó plenamente la idea de que Marcos habría sido tan sólo un continuador de la obra de Mateo, ofreciendo únicamente un epítome de aquel. No es tampoco un dato de irrelevante importancia constatar el hecho de que el evangelio de Mateo haya gozado en la Iglesia Antigua de una tan extensa lista de comentarios, ya desde la época de los Padres de la Iglesia, entre tanto que, el primer comentario de Marcos del que tengamos noticia se remonte sólo a partir del siglo VIII, a cargo de Beda, el Venerable. Pues bien, tan tenue imagen proyectada sobre el segundo evangelio se ha trocado a la sazón definitivamente, y ya nadie hoy podría continuar endosándole algún manto de sombras al interés o valor que podría despertar actualmente éste. ¡Todo lo contrario!, luego de que apareciera a la luz, hace ya casi 5 años, el todavía fundamental estudio de Willi Marxsen sobre la redacción del evangelio, El evangelista Marcos[2], la prácticamente incontable pléyade de comentarios y publicaciones especializados que se han venido sucediendo hasta la fecha, parece hablar más de una ráfaga incontrolable de luz en torno a éste que más que iluminar bien parece ahora encandilar. ¿Sería entonces un juicio demasiado exagerado concluir, por tanto, que nos encontramos estacionados en un nuevo callejón sin salida en lo que a la investigación del evangelio de Marcos respecta, cuyo horizonte de tan difusa perspectiva nos retrotrae, mutatis mutandi, a ese gran atolladero en que varó la Teología Liberal?

Quien piense que tal preocupación no sólo peca de injustificadamente alarmante sino aún más de sosamente anacrónica, debería al menos prestar atención al hecho de que, tal como lo expusiera Ullrich Luz en un artículo que ya ha formado escuela, ¿La investigación marquiana un callejón sin salida?[3], un síntoma de tal difuminación de perspectivas viene dado por la imagen de tres Marcos completamente distinto en la publicación de los tres grandes últimos comentarios en alemán, esto es, el de R. Pesch, el de W. Schmithals y el de J. Gnilka, este último, por efectos de su tradición al español, de amplio uso en Latinoamérica. Sin embargo, las aguas lejos de encontrar la bonanza y el reposo anhelado parecen encresparse todavía más, y tal agitación no escapa en modo alguno a la propia realidad latinoamericana. Por una parte, las hermenéuticas del genitivo que con sus nuevos paradigmas de lectura iluminan recovecos del texto hasta hace muy poco desconocidos o silenciados y que emplazan, sin demora alguna, a una nueva reconsideración de la historia de los efectos (Wirkungsgechichte), tanto del texto como de sus lecturas. Por otra parte, la creciente desconfianza y desprestigio, entre algunos sectores, hacia la metodología histórico-crítica, al menos en su expresión más ortodoxa que, aunque decir verdad, en muchos de los casos no opera más que como prejuicio infundado y slogans de moda, en otros, sí pone reposadamente de manifiesto las limitaciones del método y la necesidad urgente de complementariedad, única vía, por lo demás, de evitar los insanos fundamentalismos[4]. ¿Efectos inmediatos de la posmodernidad y su multidiversidad de horizontes de comprensión y de sentido, renuentes a todo exclusivismo metodológico que se arrogue el derecho a la unificación del pensamiento y a la configuración total de la realidad? ¡Quién podría ignorarlo! Ciertamente nuestro acercamiento a los textos bíblicos no puede eludir tampoco aquella evidente tensión cultural en la que se enmarca y se proyecta, propia, por lo demás, de toda la actividad humana.

Ahora bien, con respecto a nuestra propuesta metodológica huelga aclarar lo siguiente: he decidido en el subtítulo hablar de “análisis redaccional”, y no de “crítica de la redacción”, como lo había pensado originalmente, y esto por dos motivos que a mi entender resultan razonablemente prudentes, y que a su vez tendrán que ver con toda la directriz de la temática aquí propuesta. En primer lugar, que con aquello de Redaktiongeschichte, se corre el riesgo de asociar, tanto semántica como ideológicamente mi propuesta de trabajo con un método cuta data se remonta ni más ni menos que a mediados del siglo 20. Por cierto que mi punto de partida sigue siendo la crítica de la redacción, pero se debe reconocer que ya a la luz de todos estos años transcurridos hasta el presente, y con ello la aparición  de nuevos estudios y nuevos avances en la investigación, siempre en la misma directriz del enfoque (particularmente pienso aquí, v. gr., en el enfoque socio-retórico desarrollado principalmente por G. Theissen), ya nadie podría asumir sin más el método, sus alcances y consecuencias, tal como fue elaborado y propuesto por sus primeros gestores (Marxsen, Conzelmann; Bornkamm; Trilling). En segundo lugar, por cuanto mucho de los aciertos y aportes de la Redaktiongeschichte, han trascendido incluso la coyuntura cronológica e ideológica de su inauguración, -amén de que dichos aciertos y aportes han sufrido a la sazón una evidente mejora y reelaboración-, es preferible hablar, a mi juicio, de modo de, por una parte, no caer en el peligro ya acusado, ni por otra, pretender dar a luz un enfoque completamente nuevo, del análisis redaccional. Aquello, entre otras cosas, reconocería su punto de partida en la clásica crítica de la redacción, pero, también, mostraría sensibilidad con los nuevos avances y aportaciones transcurridos desde aquel tiempo hasta la fecha y, que mi modo de ver, permitirían encontrar una oportuna salida a aquel nuevo callejón sin salida respecto a la investigación y estudio del segundo evangelio que se acusaba anteriormente, vale decir; los aportes del dentro del texto (texto coherente, narrativa), y del delante del texto (retórica). Todo lo anterior, por lo tanto, quedaría suficientemente integrado al hablar ahora del análisis redaccional.

Vengan ahora a consideración unas cuantas aclaraciones sobre nuestro tema, El camino de la cruz en el evangelio de Marcos. Estamos plenamente conscientes que esta forma de aproximarnos al evangelio de Marcos y, particularmente a nuestra sección escogida, en términos del camino del seguimiento bajo el signo conductor de la cruz, no constituye en modo alguno la única vía posible para la comprensión del mismo.  Otros intentos de lecturas basadas en la concentración de ciertos aspectos no menos importantes del evangelio, quisieran comprender la dirección teológica del evangelio a partir, verbigracia, del kerygma helenístico del mito de Cristo, del éxodo de las comunidades cristianas hacia Galilea en espera de la parusía inminente, de los relatos de la tentación en el desierto o, como apología de los cristianos romanos, sólo por mencionar algunas de las más relevantes.  Y, sin embargo, desde una visión integral del evangelio a través de una lectura en recorrido horizontal de toda la obra y negándose a la tentación de establecer pautas definitivas a partir de la atención exclusiva de ciertos tópicos individuales que,  aunque en principio sugerentes, resultan finalmente aislados de todo el conjunto, ¿qué es aquello, luego, que el lector descubre como hilo conductor y común denominador que engarza el sentido de todos los relatos del evangelio de principio a fin, sino  precisamente aquella meridiana idea del camino del seguimiento con todo aquel conjunto de expresiones y situaciones que este camino recorrido en pos de aquel que llama seguirle conlleva: llamada al seguimiento incondicional, abandono y ruptura de todo dato natural por parte de los discípulos, costos del discipulado, incomprensión de los discípulos, crisis de fe, decepción, temor, huída, confirmación en la fe, promesa escatológica, etc.? No cabe duda, entonces, de que más allá de los alcances que le asignemos a los diversos aspectos introductorios, no menos importantes a la hora de adquirir un horizonte más extenso y confiable del evangelio, el asunto todo queda orientado y concentrado en la persona y el mensaje únicos de Jesús y su llamada al seguimiento, cuya entrega sin reservas por el anuncio del perdón y la plena restauración de Dios para con los hombres y mujeres, contenido en su propia vida hecha evangelio, desafió y denunció el egoísmo, la opresión y la crueldad de este mundo autodivinizado, de lo cual manifiesta evidencia de aquella exacerbada enemistad y odio al límite fue precisamente aquella horrible cruz.  Finalmente, nuestra forma de abordar tal temática para nuestra sección será, principalmente, la atención a las grandes unidades de sentido y el desarrollo de nuestra propia propuesta exegética y hermenéutica de los textos.


[1]Citado de M. Dibelius, La historia de las formas evangélicas, San Jerónimo, Valencia, 1984, 224.

[2]W. Marxsen, El evangelista Marcos. Estudios sobre la historia de la redacción del evangelio (citado desde ahora como, El evangelista), Sígueme, Salamanca, 1981 (original alemán de 1956).

[3] U. Luz, ¿La investigación marquiana un callejón sin salida?, en, Rafael Aguirre y Antonio Rodríguez (eds), La investigación de los evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles en el siglo XX, Verbo divino, 1999, 127-151.

[4] Para una evaluación reposada y ponderada de los métodos histórico-críticos, sus limitaciones y vacíos, como así también el valor de su legado y la aplicación de su uso actual, puede verse, Los métodos históricos, en, H. de Wit, En la dispersión el texto es patria. Introducción a la hermenéutica clásica, moderna y posmoderna, UBL, San José, 2002, 91-159; J. Barton, Enfoques histórico-críticos, en, J. Barton (ed.), la interpretación bíblica, hoy, Sal Térrea, Santander, 2001, 25-37.