EL CAMINO DE LA CRUZ EN EL EVANGELIO DE MARCOS

 JOSÉ LUIS AVENDAÑO, Chile
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6.         Revelación desde el camino, confesión desde la vida (30)

Marcos ha procurado que entre la declaración de Pedro y el primer anuncio de la pasión medie, a modo de nexo redaccional, aquella estricta orden al silencio que enmarca también toda la configuración de su evangelio[22]: 6"Â ¦B,J\:0F,< "ÛJ@ÃH Ë<" :0*,<Â (30) *). Y es que cual sea la dignidad de Jesús, esta: “no se define con palabras. No entiende su tarea desde fuera. Quiere que le defina su propia vida”[23]. De modo, entonces, que el misterio de tal dignidad puede serle revelado solamente a aquel que mediante e total abandono a la exigencia de aquel que llama al seguimiento incondicional, va descubriendo precisamente que ella se oculta, paradojalmente, en aquello que le es por rechazo y gran escándalo al pueblo y por terror también a él mismo: la cruz[24]. Esta es la proclamación que el evangelista desea actualizar como relato y llamamiento ininterrumpido tras aquella figura del misterio que envuelve la dignidad de Jesús. Sólo a través del recorrido por el camino de una theologia crucis, puede ser posible la confesión final de la theologia gloriae: “Jesús es el Hijo de Dios”[25].

*) Los caracteres griegos son: WP Greek Century. Los de hebreo son: WP Hebrew David - de esta página web: http://members.fortunecity.es/todofuentes1/index/descarga/simbolos/lenguas.htm .

Precisamente en este encarecido mandato al silencio de v.30, luego de la declaración-confesión del discípulo, es menester, en mi opinión, distinguir claramente junto a U. Luz[26], entre aquel “secreto sobre el milagro”, que no acepta ser sometido a esta orden y, el “secreto sobre la persona de Jesús”, que entraña ya una relación vital con éste radicalmente distinta. Por ello, debemos precisar que la orden al secreto que se quebranta, aquel de no divulgar la fama taumatúrgica de Jesús corresponde más bien al contexto de aquellos que no han visto en Jesús más que a aquel hacedor de milagros y han sido, en consecuencia, objeto del favor de su obra prodigiosa. Estos no pueden permanecer impávidos ante tal acción y aun sin saberlo ni proponérselo se han convertido en los testificantes inmediatos de aquel taumaturgo galileo, amén de que según el evangelista Jesús mismo ha querido evitar tal difusión, tanto porque tan parafernálica divulgación puede confundirse a mucho riesgo con las expectativas de liberación mesiánico-políticas de tan exacerbada aspiración entre el pueblo, como porque dicha publicación se extingue en la sola observación del acontecimiento extraordinario, sin atender a la exigencia última del mensaje que lo legitima y que sitúa al espectador ante la dignidad única del que le llama al camino del seguimiento. No obstante, tal divulgación que aparece naturalmente como imposible de acallar, no representa necesariamente una confesión y testimonio de fe sobre la persona de Jesús, que comprometa de forma definitiva al individuo en su decisión a continuar por el camino del seguimiento, aunque indirectamente resulte en la testificación de su persona y de su obra[27]. En cambio, el secreto sobre la persona de Jesús constituye, una verdadera confesión de fe, una declaración que se profesa bajo el “temor y temblor” del camino que conducirá finalmente a Jesús y va sus discípulos destino a Jerusalén (Mc 10, 32ss)[28].

En virtud de todo lo dicho, no puede resultar en modo alguno un antecedente irrelevante ni menos azaroso por más surcado que parezca, el que aquella pregunta que Jesús ha dejado abierta sobre los contenidos e identidad de su persona y que sus discípulos a su modo se han encargado de responderla, le corresponda, paso seguido, como siguiente intervención del Maestro, aquella descripción tan explícita como desconcertante sobre los sufrimientos que le han de sobrevenir al Hijo del hombre[29] y, tan sólo como un breve corolario apodíctico final, la manifestación de su triunfo y gloria (6"Â :,J JD,ÃH º:XD"H <"FJ­<"4), todavía más si se toma en cuenta que lo estrictamente declarado por el discípulo tocante a su persona versa específicamente sobre Jesús, el Mesías y no sobre el Hijo del hombre. ¿Por qué no continuar como desarrollo ciertamente más lógico y coherente explicitando los contenidos de la figura con la que Pedro ha definido su persona, esto es, OD4FJ`H, y que se presenta como evidente hilo conductor de toda la discusión y, no obstante, a pesar de ello, lo que sigue trata más bien del padecimiento, muerte y resurrección de aquel enigmático Hijo del hombre, como si tanto pregunta y respuesta hubiesen versado tácitamente más bien sobre esta segunda figura y no sobre la primera, ¿no deberíamos admitir, más bien, que aquí se trasunta una verdadera tensión  cuya fractura no logra ser saturada, sino aun,  acentuada con la enigmática alusión a la figura ésta del Hijo del hombre que padece, muere y resucita? Quien así concluya, en mi opinión, no ha logrado aún percibir que la trama del relato no admite la articulación de preguntas y respuestas en el puro orden de la estructuración racional. No se trata aquí, ya se ha dicho, de emular un cuestionario escolar, sino de la confesión de quién sea Jesús según la dinámica y las exigencias propias del camino. Ora vez, no cabe duda, que el evangelista en su tratamiento narrativo de los textos quiere provocar en los lectores el máximo suspenso, el cual creemos, encuentra su conclusión apoteósica en el anuncio de Jesús sobre su pasión. Nuestro próximo paso ha de ser entonces referirnos a esta honda revelación de Jesús acerca de su persona y su destino, para luego desentrañar el alcance y contenido de “Hijo del hombre”, primero como constructo teológico y, segundo, en el tratamiento particular del evangelio en el marco de esta sección.

 

[22]Como es sabido, William Wrede en su clásica obra, Das Messiasgeheimnis in den Evangelien. Zugleich ein Beitrag zum Verstädnis des Markusevangeliums, Göttingen, 1901, puedo observar, por una parte, a modo de constante en el evangelio, el hecho de que siempre aparecía formulado luego de que Jesús había realizado una manifiesta obra de poder ante la multitud, una instrucción expresa del mismo a mantener en estricta reserva todo lo que había acontecido, no sólo en lo que guarda relación con la mera descripción del suceso desde su materialidad fáctica, sino, concretamente, en lo tocante a la divulgación de la dignidad que a Jesús por tal acontecimiento de le confería, la que sólo podrá ser proclamada sin ambages alguno una vez ocurrida la resurrección (9, 9). Según Wrede, tales mandamientos a mantener en reserva la dignidad de Jesús se expresan en el evangelio de Marcos mediante el uso de tres giros estilísticos empleados por el evangelista: 1) Órdenes explícitas a guardar silencio: así se le demanda enérgicamente a los demonios no revelar la dignidad de Jesús (1, 34; 3, 12); de igual manera acontece con aquellos que han sido objeto del poder curativo de Jesús, a éstos se les exigen mantener en riguroso secreto la acción liberadora que ha sido realizada en ellos (1, 44; 5, 43; 7, 36; 8, 26); incluso tal exigencia alcanza hasta a los mismos discípulos cuanto a su prohibición a no revelar tal dignidad se refiere (8, 30; 9, 9). 2) Incapacidad y obstinación de los propios discípulos para comprender la dignidad y la misión de Jesús (7, 17s; 8, 17s; 9, 30-32). 3) se incluye, además, en el rango de tal teoría el misterio de las parábolas (4, 10-12). Para Wrede estas demandas a conservar en secreto tales episodios, las que se extienden desde la mera solicitud hasta la más encarecida orden, no pueden ser explicadas satisfactoriamente como sucesos efectivamente acaecidos en el contexto del Sitz im Leben Jesé, cuanto más tales mandatos se resienten de la imposibilidad de ser articulados de acuerdo a la lógica narrativa expuesta por los mismos relatos. Según Wrede tales demandas sólo pueden ser comprendidas si se explican como un recurso redaccional dispuesto por el evangelista quien, así, ha recogido aquella particular concepción teológica de la comunidad, a fin de compensar el material no mesiánico, conformado por tradiciones particulares que comprendían la mesianidad de Jesús únicamente a partir de la experiencia pascual, con aquel otro material para quien la mesianidad de Jesús, en cambio, constituía el eje central en relación al cual se interpretaban y configuraban todas las demás tradiciones jesuánicas. En efecto, aquel Jesús, el Mesías, constituía a todas luces un elemento capital en la convicción de fe de la primitiva comunidad, cuya asociación de ideas partía del supuesto fundamental de que efectivamente Jesús había actuado no sólo como Mesías sino que, además, lo había así efectivamente creído y declarado. De modo tal que, para Wrede, el evangelista en la composición de su evangelio no ha operado de acuerdo a criterios historicistas, según los postulados establecidos por la Teología Liberal, sino, más bien, de acuerdo a una determinada concepción teológica que le ha servido, a su vez, como entramadote toda su obra y a la que Wrede designó con el nombre de “secreto mesiánico” (Messiasgeheimnis).

 

[23]X. Pikaza, Pan, casa, palabra. La Iglesia en Marcos, Sígueme, Salamanca, 1998, 219. 

 

[24]Ciertamente, una clara excepción a esta máxima del evangelista y nos menos procurada por él, puede ser considerada la declaración realizada por los demonios (1, 24. 34; 3, 11s). Estos reconocen al instante la dignidad de la persona de Jesús, sin embargo, este mismo testimonio les resulta más bien en una declaración anticipada de su juicio a la que Marcos no ha dudado ni un momento situar bajo la orden expresa del silencio. Resulta relevante constatar el hecho de que los demonios en su confesión se refieran a la dignidad de la persona de Jesús en los particulares términos de: “Tú eres el Hijo de Dios” (3, 11) y, no, como habría de esperar: “Tú eres el Cristo”, si ésta última fuera la verdadera dignidad que el evangelista, más allá de todo riesgo a la tergiversación popular, ha estimado presente en la persona de Jesús. De este modo, podemos advertir que para Marcos han sido precisamente los demonios los primeros en declarar y, por consiguiente, reconocer, según su propia confesión, la verdadera dignidad de la persona de Jesús. Este tal reconocimiento para el evangelista, en virtud de su carácter claramente sobrenatural, de suyo velado para los hombres, resulta en una declaración absoluta y definitiva no mediatizada si quiera por las condiciones del seguimiento y, sin embargo, a causa de esto mismo, es decir; al prescindir del camino del seguimiento y de la fe en el que llama, esta tal aseveración queda consignada a una pura confesión de declaración de juicio y condenación (cf. Santiago 2, 19). Ahora bien, advertido este claro énfasis redaccional como un rasgo inconfundible de la dirección teológica de Marcos, ¿no es posible, acaso, suponer que aquello que ya a partir de Wrede se ha hecho costumbre identificar como la teoría del secreto mesiánico, en tanto redacción literaria del evangelista, guarde más bien relación, con un misterio sí, pero con el misterio no de la mesianidad de Jesús, sino, más bien, con el misterio de toda su persona en relación con Dios y la misión que por éste le ha sido encomendada y que él ha llevado a su fin, el cual sólo le es revelado al hombre a través de la ruta del seguimiento que conduce hasta la cruz? Esta singular relación que une a Jesús con Dios, y que en razón de lo mismo le confiere en vistas de su mensaje y de su persona una particular y definitiva misión, creemos que Marcos la ha comprendido como el misterio del Hijo de Dios. Por lo demás, no existe en todo el evangelio de Marcos un título cuya inserción aparezca bajo un carácter tan significativo a lo largo de todo el recorrido allí expuesto y, que al mismo tiempo, logre interpretar y poner de manifiesto más certeramente el modo en que el evangelista y su comunidad han comprendido la única e irrepetible relación de Jesús para con Dios y la exigencia última de la misión que se le ha conferido como Hijo de Dios. Así, podemos destacar junto a Vielhauer, Historia de la literatura cristiana primitiva, Sígueme, Salamanca, 1991, 362, aunque estableciendo a la vez diferencias fundamentales, que ya al comienzo del evangelio y con ocasión de su bautismo, la voz desde los cielos declara que Jesús es el Hijo predilecto de Dios: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (1, 1), semejante situación la encontramos también en el episodio de la transfiguración, allí la voz desde la nube confirma aquella relación extraordinaria de Dios con Jesús y el carácter eminentemente particular que legitima su misión: “Este es mi Hijo amado. Escuchadle” (9, 7); finalmente, volveremos a encontrar otra vez y, ya casi al término del evangelio, la declaración de Jesús como Hijo de Dios en la confesión realizada por el centurión a los pies del Crucificado: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (15, 39).

 

[25]Ph. Vielhauer, Op. cit., 362s, ha intentado explicar la teoría del secreto inspirándose en cierta medida en la idea del Hijo de Dios presentada ya por Bultmann, pero, a diferencia de éste, sostiene que el evangelista se ha servido de un esquema literario de entronización egipcio que, según Vielhauer, se hallaba en pleno uso en el mundo entorno del cristianismo primitivo. De acuerdo a Vielhauer, Marcos ha interpretado la historia terrena de Jesús desde su bautismo hasta la crucifixión como un proceso de entronización en el que éste ha sido coronado como Hijo de Dios celeste y rey escatológico, pero en conformidad con la teoría del secreto. Así, ya en el bautismo: “Tú eres mi hijo querido, en ti tengo complacencia” (1, 11); en la transfiguración: “Este es mi Hijo querido, escuchadle” (9, 7) y; finalmente, en la crucifixión, de acuerdo al testimonio del centurión: “Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios” (15, 39). La primera declaración Vielhauer la ha entendido como una fórmula de adopción, la segunda, como una proclamación y, la tercera, como una aclamación según el ritual de entronización egipcio antiguo ya mencionado. De tal forma que, de acuerdo a su esquema, en la primera declaración Jesús sería declarado como Hijo adoptivo de Dios (bautismo=apoteosis); en la segunda, proclamado en su dignidad como ser celeste (transfiguración=presentación) y; finalmente, en la última, Hijo de Dios y A"<J@6DVJTD cósmico (crucifixión=entronización).

 

[26]En G. Theissen, Los evangelios y su situación genética, en, Colorido local y contexto histórico en los evangelios. Una contribución a la historia de la tradición sinóptica (citado desde ahora como, Colorido), 1997, 309s.

 

[27]Así, leemos en el propio evangelio de Marcos tocante a la curación del sordo y tartamudo “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se los prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobre manera y decían: Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7, 36s). Ahora bien, desde una perspectiva del traspaso de las tradiciones de Jesús y arrojando una nueva luz al curso de la investigación, G. Theissen, Colorido, 117s, ha situado la teoría del secreto mesiánico en el Sitz im Leben originado por la carta de validez histórica que la comunidad marquiana habría tenido que concederle a tradiciones jesuánicas que circulaban entre el pueblo y ya fuera de su círculo exclusivo. Según Theissen, el modo de explicar el carácter foráneo de tales tradiciones y de denunciar al mismo tiempo que su proceso de transmisión no habría sido el autorizado, habría sido, precisamente, constatar que el propio Jesús se habría opuesto terminantemente ala divulgación popular de dichos acontecimientos milagrosos que ponían en evidencia su completa dignidad.  De esta tensión entre las tradiciones populares sobre Jesús y las transmitidas por la propia comunidad de Marcos, se habría gestado, como solución del evangelista, la teoría del secreto mesiánico.

 

[28]G. Theissen, Colorido, 117, creo que el secreto relativo al milagro se explicaría por el esfuerzo de la comunidad marquiana por introducir en un marco de validez histórica tradiciones taumatúrgicas sobre Jesús que circulaban entre el pueblo y, que según el evangelista, el propio Jesús habría querido mantener a raya, entre tanto que, el secreto sobre su persona, comenzaría a ser desvelado sólo en el marco de la pasión a Jerusalén.  Luego, Theissen escribe con total lucidez desentrañando según nuestra opinión con acierto el centro del problema: “Como taumaturgo, Jesús fue muy conocido y admirado. Su pretensión de ser mensajero e Hijo de Dios, en cambio, fue una piedra de escándalo fuera de la comunidad; así pues, algunas de sus enseñanzas eran tradición comunitaria que estaba reservada a los miembros de la comunidad”. Ibid., nota 97. Más tarde Theissen, La redacción de los evangelios y la política eclesial. Un enfoque socio-retórico (citado desde ahora como, La redacción de los evangelios), Verbo Divino, Estella, 2002, ha completado su teoría del secreto mesiánico en Marcos, viendo es ésta la estrategia ensayada por Marcos para superar la tradición entre la tradición de los milagros (theologia gloriae) y la tradición de la pasión (theologia crucis).

 

[29]Por ello, M. Dibelius, Op., cit, 118, ponderando inadecuadamente, a nuestro juicio, la consciente tensión pretendida por el evangelista en el texto, ha creído que v. 31 que, a su juicio, no puede ser inferido del contexto natural de vs. 27-30, ha debido ocultar, en definitiva, toda evidencia del modo en que ha concluido originalmente la perícopa.