Complemento:

El "Sí" y el "No", de la Teología de la Liberación

(José Luis Avendaño)

1) Todos bien sabemos que en el mundo operan ciertas estructuras políticas y económicas que deshumanizan a la sociedad y oprimen a la persona humana. Estructuras que se yerguen, muchas veces, como mesiánicas y que hunden sus raíces de afirmación y perpetuación en el poder, a través de la eliminación de quienes les resultan disímiles, molestos, inoportunos, débiles, etc. Tales mesianismos políticos y económicos, al igual que el llamado al seguimiento de Jesús, también plantean su propia llamada al seguimiento, y exigen de sus seguidores fidelidad total. Pero la meta última de estos caminos mesiánicos, no incluye la plena humanización del ser humano sino la autodivinización de unos pocos, en tanto que la deshumanización de los muchos. 

Pues bien, en tal sentido, todos los esfuerzos que la Iglesia pueda realizar en la denuncia de estos sistemas autodivinizados y sus nefastas consecuencias para las sociedades humanas, sobre todo, las más desposeídas y vulnerables a estas vejaciones, deben ser celebrados como signos concretos de una Iglesia que cumple con su función profética, esto es, que denuncia y que consuela. Ahora bien, yo creo firmemente que a la Teología de la Liberación (TL) se le debe reconocer con holgura esta función profética, cual es haber sido capaz de involucrar la actividad teológica en aquellas áreas del quehacer humano social, precisamente, en donde la vida humana padece todas estas presiones y humillaciones, logrando así "liberar" a la actividad teológica y al discurso cristiano, de su competencia exclusivamente "eclesiástica".

2) Sin embargo, todos bien sabemos, aunque los originales fundadores de la TL y sus actuales seguidores se nieguen a reconocerlo, que, al fin de cuentas, el proyecto de la TL, aun cuando haya todavía aportes de un innegable valor y constante actualidad, merece, a la luz de su propio itinerario histórico, fundamentales observaciones. Aquí sólo puedo mencionar algunas, y únicamente, en el margen de aplicaciones prácticas:

a) Una visión antropológica muy parcial, a veces muy ingenua, y a veces extremadamente imparcial y ya nada ingenua:

La TL sustenta una visión antropológica demasiado positiva o "cándida" del ser humano, pero, ¿de qué ser humano? ¿Cuál es el ser humano cuya esencia es ontológicamente o, si se quiere, socioculturalmente buena? La respuesta no se hace esperar demasiado: "El pobre", "el marginado", "el del tercer mundo" y, ahora último, "El indígena" y el "negro". Ahora bien, cualquier persona, versada o no en teología, podría preguntarse: ¿Es que entonces el pobre nunca hace el mal, el marginado nunca violenta a su hermano, el negro nunca peca, etc.? Tales cuestionamientos no son relevantes para la TL, primero, porque el ser humano de carne y hueso, el hombre y la mujer individuales, no existen como tales, sino que existen sólo como representaciones de un sistema, a modo de "los tipos ideales" de Weber. Es decir, para la TL no existe "Pepe, el negro", sino, "la negritud", no existe "Emmanuel, el marginal", sino, "la marginalidad", no existe Vicentica, la "indígena", sino, "lo indígena". Pues bien, nadie podría negar, y esto ya lo hemos reconocido abiertamente, como gran mérito de la TL que, efectivamente, operan en nuestra sociedad ciertas estructuras políticas y económicas que con sus modelos de coacción social, deshumanizan a los seres humanos y sobre todo a las sociedades más vulnerables. Sin embargo, luego que se ha hecho esta lectura crítica de un modo tan audaz, la pregunta es: ¿y ahora qué?

b) ¿Dónde esta el individuo?

Una visión teológica que reduzca la comprensión del ser humano solamente a categorías generales, corre el serio riesgo de olvidar que las sociedades humanas son el producto finalmente de las acciones conjuntas de muchos seres humanos, mantenidas y reforzadas en el tiempo, como bien ha sido mostrado en los análisis sociológicos de Derrida y Focault. El así llamado "pecado e injusticia social", cuya denuncia jamás podría ser olvidada, no puede olvidar tampoco que la injusticia opera también a una escala mucho más reducida, al nivel incluso grupal, al nivel incluso del "yo-tú", y que desde allí va adquiriendo un patrón cultural que se internaliza en la sociedad. Por lo tanto, si lo único que está malo, lo único que peca, lo único que es injusto es el "sistema", yo entonces, puedo denunciar todos los males del sistema, y ser admirado por muchas personas como un paladín que lucha tenazmente en contra de la injusticia al nivel del metarrelato, de la arenga, del discurso, etc., pero, sin embargo, en lo privado, en lo particular, ser un desgraciado que no respeto a mi prójimo, un arrogante que lo único que me importa es mi gloria personal, puedo ser un esposo que engaña a su esposa, que uso mi autoridad para manipular a otros y, no obstante, seguir siendo el mismo paladín respetado por todos, que lucha contra la injusticia del "sistema".

Por eso, toda obra que lleve como título: "El lenguaje liberador de la TL"; "la victoria final de los pobres", etc., etc., siempre recibirá muchos aplausos, ofertas de publicación, etc., y esto, así tan ligeramente, porque podemos seguir siendo tan desgraciados como siempre, pero sentirnos un poco más aliviados de nuestras culpas escribiendo guiones tan justicieros, que además, nos pueden traer tan gratos beneficios. Yo quisiera pensar ahora, en qué pasaría con una tesis, un estudio o un artículo como este: "¿Cuál es fundamental aporte teórico con que la Teología Latinoamericana ha contribuido al pensamiento latinoamericano y que, más allá de la urgencia mediática de la contigencia social, le pudiera permitir, ya a través del tiempo, la constante elaboración de lecturas críticas de la construcción social, más siempre, en su relación referencial con el discurso bíblico y teológico?

Por lo demás, un sistema teológico que reduzca el pecado únicamente a lo social, un sistema teológico en el que el individuo se pierda en los "tipos ideales", es un sistema teológico que no ayuda a las personas a ser responsables, a estar conscientes de su rol como actores de su vida y de la construcción de su propia sociedad. Todos los males sociales: delincuencia, desempleo, suciedad en los barrios, todo esto, nunca será "nuestra responsabilidad", "mi responsabilidad", sino que yo seré siempre una mera víctima de los grandes opresores, pero, ¿es que el opresor siempre está en el Norte, siempre es un extranjero? ¿No es que acaso el que más oprime, el que más tortura, el que más infama es, el que más manipula, muchas veces, es precisamente uno de los nuestros?

c) Sistemas

El discurso de los "sistemas", de los grandes "proyectos sociales", muy pronto se agota. Vivimos en un mundo de una gran desintegración social, a causa de que ya no existen sistemas ni proyectos sociales creíbles y que puedan servir de gran resorte moral para el mundo actual, porque las personas que sustentan dichos proyectos y sistemas no son creíbles. Por mucho tiempo se nos ha dicho que no importa cómo vivan las personas, si es que sus ideas o proyectos son buenos. Pero esto no es posible: ¿Cómo se podría creer en el proyecto de alguien que elabora un sistema de prevención contra niños abusados, si él mismo abusa de su hija? Sencillamente es imposible. En una época en que ya casi nadie cree en los sistemas y proyectos, cualquiera que estos sean, hay que volver a creer en las personas, hay que recuperar la integridad individual, porque el conjunto de todos los esfuerzos individuales por vivir con integridad, con responsabilidad, con consecuencia en la vida cotidiana, y no sólo con consecuencia y lealtad al sistema, hará posible que la gente crea un poco más en la justicia y en el impacto del evangelio.

La justicia social debe empezar primero con la justicia hacia mi prójimo concreto de carne y hueso, el respeto hacia los "desposeídos", debe empezar primero por el respeto a mi pareja, a mi compañero, aun cuando éste piense distinto. Puede sonar muy lindo, puede emocionar a muchos el aforismo liberacioncita: "transformemos el mundo", "cambiemos esta sociedad", pero todos sabemos que, para que esto sea un poco más creíble, debe comenzar primero, dicha transformación, por el cambio personal, familiar. Tal vez, el discurso de que podemos transformar la sociedad ya está demasiado agotado, demasiado manoseado, y muchos saben que se ha convertido, en algunos casos, en un buen negocio, pero sí, no obstante, podemos transformar nuestras propias vidas y las vidas de los que nos rodean, por medio de una vida de integridad y de consecuencia, en el que las relaciones humanas jamás se instrumentalicen, donde el que piensa distinto no sea anatemizado sólo porque su visión de las cosas no está de acuerdo con la declaración oficial, donde el mayor peligro y ofensa para la correcta convivencia entre las personas humanas y su dignidad, no sea el decir únicamente "otro" en masculino, cuando debimos haber dicho "otros y otras", o en sus efectos, "hombre", cuando debimos haber dicho "ser humano" (aunque esto sea muy recomendable), sino que el mayor peligro y ofensa sea siempre no respetar el derecho de opinión de Juan, burlarse y ridiculizar a María, hablar a espaldas y calumniar a Diego, utilizar mi autoridad y puesto para presionar a Carlos, despreciar a Gladis porque en su Iglesia cantan otras canciones que mi sistema considera como superfluas o enajenadoras, burlarme de Patricio, que asiste a la misma Iglesia de Gladis, porque su espiritualidad es distinta a la mía y la expresa de un modo distinto. etc., etc. Bueno, en conclusión, sólo cuando el ser humano, al que queremos proteger, cuidar, amar, deje de ser una generalidad abstracta y se convierta en estos Juanes, en estas Marías, en estas Gladis, sólo cuando, la transformación se haga de adentro hacia fuera.

Y ahora para finalizar y a modo de ejemplo y analogía. ¿Podemos pretender que sólo porque el gobierno ha hecho una gran campaña en contra de las drogas en colegios y universidades, ya nadie más consumirá drogas? Ciertamente, todas estas campañas son de una utilidad enorme, pero ni aun con todas las campañas de todos los gobiernos del mundo, se podrá lograr que los niños y jóvenes no consuman droga, si los mismos dirigentes del gobierno consumen drogas. Es necesario, entonces, fomentar los valores no que nacen de un sistema frío y abstracto y tan saturado de slogans, sino fomentar el valor de la familia, la integridad individual, la consistencia entre el decir y el hacer, es decir, los valores concretos que hacen la vida digna. En base a ello, mi preocupación es la siguiente: ¿Podemos lograr que nuestros pastores sean más sensibles a las injusticias de este mundo y su responsabilidad frente a ellas, sólo porque les enseñamos la hermenéutica liberadora de la TL? La respuesta, al menos, mi respuesta es un "sí" y "no".

Sí, sí primero y antes de una justicia social hablamos de una justicia individual, de una integridad que nace de las pequeñas cosas cotidianas, pero fundamentales para la vida, como el respeto al prójimo, pero no "a la negritud", como "tipo ideal", sino al "negro Juan", no a la "marginalidad", sino a la "marginal María". Sí, si antes de hablar de fidelidad al compromiso social, somos fiel a nuestros esposos y esposas, fieles en nuestros trabajos, fieles con nuestros amigos. Hombres y mujeres de integridad, así en lo pequeño como en lo grande, en lo público como en lo privado. No, y rotundamente no, si todo lo anterior falta, pues si todo lo anterior falta, la hermenéutica liberadora de la TL, será otro slogans más, y las Iglesias, que sigan gustosamente este slogans, estarán constituidas, como es el caso, por un pequeño grupo de intelectuales y sociólogos muy deseosos de cambiar el mundo desde el discurso, aunque en nada sus propias vidas, una Iglesia, de 5 0 6 personas, pero en la que no habrán ni pobres, ni marginados, ni negros, o por lo menos, si los llegara a haber, estos estarán sólo en los murales de las paredes

Que nunca tu pasado sea tirano de tu porvenir; no son esperanzas ajenas las que tienes que colmar. ¿Contaban contigo? ¡Que aprendan a no contar sino consigo mismos! ¿Qué así no vas a ninguna parte, te dicen? Adondequiera que vayas a dar será tu todo, y no la parte que ellos te señalen. ¿Qué no te entienden? Pues que te estudien o que te dejen; no has de rebajar tu alma a sus entendederas. Y, sobre todo, en amarnos, estriba la verdadera vida. Si alguna vez les apaga la sed el agua que de tu espíritu mana, ¿a qué ese empeño de tragarse el manantial? Si la fórmula de tu individualidad es complicada, no vayas a simplificarla para que entre en su algebra; más te vale ser cantidad irracional que guarismo de tu cuenta. (Miguel de Unamuno "Adentro".)